Benditos los que lloran
- Sofia Florez
- 21 ago 2023
- 2 Min. de lectura

25/04/2023
Dios bendice a los que lloran, porque serán consolados. Mateo 5:4
Y lloras y tus lágrimas caen como un chorro de agua fría, y caen y caen hasta formar un pequeño charquito que te recuerdan cuan infeliz se puede llegar a ser en este mundo tan cruel, tan hiriente y tan insensible ante tu dolor, y es que lloras y parece que nadie te escucha, que nadie te ve, sollozas en el suelo sin saber qué hacer, y hay desesperación porque ¿si no lo resuelvo yo entonces quien más? Y sigues en la terca idea de que llorar solitariamente es la solución.
Y creo que todos sabemos que no, pero no porque este mal llorar, sino con quien compartes tus penas, con quien lloras.

Y sí, llora, porque eso también hace parte de la vida; el dolor, la angustia también nos pertenecen en el mundo de las emociones, pero no están para quedarse para siempre, son lágrimas porque tienen que ser derramada, tienen que salir tienen que ser entregadas, representan tus frustraciones, miedo y las preguntas que tanto te haces y no tienen respuestas; mientras tanto Jesús recoge tus lágrimas y te acompaña en silencio, pero sus abrazos gritan cuanto te ama, y cuanto valora tus lágrimas, tu vulnerabilidad, la delicadeza de tu naturaleza que demuestra cuanto lo necesitas, y no lo hace para humillarte, te ama tanto que entiende tu dolor, te mira a los ojos y entiende lo que no eres capaz de materializar en palabras, él está ahí, presente, jamás ausente, te acompaña en tus silencios, pero habla cuando sabe que necesitas escuchar palabras reales que se vean como algo tangible, porque él es tu solución, él se arrodilla contigo te cubre y te da seguridad.

Y sí, recibes el consuelo, pero no cualquier consuelo, sino el que viene del cielo, qué bendita paz, la que se siente, que alivio cuando Jesús está a tu lado mientras con susurros y con su presencia te ayuda a ver que todo lo que está bien está con él, y la angustia se va disipando mientras con su imponente, pero tierna presencia, pasas una vez más otro trago amargo, pero recibes lo dulce del desahogo y el consuelo.
Y en esta vida, me pregunto cuántas lágrimas más derramaré, cuantos momentos de desasosiego tendré que enfrentar, talvez muchos, pero siempre mi lugar seguro será en el cuarto silencioso donde siempre Jesús me hace conocer que es ser consolado verdaderamente, que es ser escuchado y que es ser tan amada hasta los tuétanos y en medio de tanta debilidad, transfiere su fuerza a mi débil, pero dispuesto ser.
Lágrimas de sanidad, lágrimas que demuestran ausencias, lágrimas que materializan palabras, lágrimas que me acercan a aquel que es y siempre será mi consuelo. Lágrimas que te hacen ver débil, pero que en realidad sacan tu debilidad para que él sea tu fuerza.
Y recuerda… lo más maravilloso de todo esto es que cuando recibes el consuelo de Dios tienes la capacidad de consolar a otros.
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios que siempre nos da consuelo. Dios nos consuela en todos nuestros sufrimientos para que también nosotros podamos consolar a quienes sufren, dándoles el mismo consuelo que recibimos de él.” 1 Corintios 1:3-4

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