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Mi alma encontró su casa


Y si, hay personas que te hacen sentir en casa, lugares seguros que huelen a vainilla y a la comida rica que hace mamá, mi alma se siente en casa con muchas personas y lugares, pero ningunos se compara a Jesús, cuando él me invita a entrar me recuerda la historia de la mujer samaritana, tan sedienta, día tras día, iba una y otra vez al poso que saciaría la sed de su alma, el hambre de hogar que tenía su alma, pero hasta que encontró a Jesús, ninguno de sus días volvería a ser igual.


A veces pareciera que estuviéramos buscando lugares físicos, cuando en realidad lo confundimos con una necesidad que estamos buscando y que trasciende lo natural. Cuando Jesús le decía a la mujer samaritana, "todo el que beba de esta agua jamás volverá a tener sed" se refería a él, aquel que sacia este sentido y deseo profundo del corazón humano de sentir el hogar, sentirse en el hogar, abrazado y fuera de peligro. Qué lindo es cuando entendemos que tomar de él y con él significa dejar de tener esta necesidad tan profunda del alma humana, que buscamos saciar cada día desesperadamente y sin sentido en vacíos que son cada vez más profundos y que nada tienen que ver con lo que necesitamos. Jesús ha sido la respuesta a este grito del alma que clama por algo mayor a mí misma y que clama por libertad verdadera.


Mi alma encontró su casa... y no hablo de un lugar netamente físico, hablo de alguien con quien tengo una relación y es una persona, mi alma encontró su casa y no cualquier casa, la que venía buscando y la que busca constantemente cada vez que se siente perdida, mi casa tiene nombre y se llama Jesús, cuando entro en mi casa, cuando estoy con él, nos sentamos y él me ofrece un café y me escucha, y hablo por horas, y lloro, y me rio porque siempre me hace feliz su compañía, porque siempre me trae paz y tranquilidad.


Mi alma estaba perdida, se sentía perdida en ocasiones, aun cuando ya había encontrado su casa, pero porque estaba desenfocada, porque había olvidado mi origen y mi lugar... pero sin duda él nunca ha dejado de ser; en medio del profundo desespero y angustia de mi alma en un momento recordé los pasos y el camino que me lleva devuelta a él, a mi casa, hay muchos refugios pero ninguno como él, porque me cubre y me encierra en sí, no me deja ir hasta que este estable y lista para enfrentar lo frío y lo feo del mundo que me rodea, mi alma estaba desesperada, pero ahora está en paz, en calma y esperanzada, porque siempre que sale entiende con seguridad que sus pasos siempre volverán a llevarla a los brazos del padre, a la compañía de mi Jesús, él es mi dulce hogar.


Gracias por la chimenea y el cafecito de noche, por las largas conversaciones y no juzgar mis cuestionamientos y dudas, tu sí que eres un lugar seguro, y aunque llore porque a veces pierdo de vista mi hogar, siempre está dispuesto a volver a encontrarme, limpiar mis lágrimas y abrazarme con profundo amor, como si nada hubiera pasado, como si el dolor no existiera y se desvaneciera inmediatamente cuando caigo en sus brazos de amor.


Qué lindo se siente tener un lugar no solo para visitar cada día sino en el cual me quiero quedar para siempre, quiero habitar, quiero vivir. Porque hogar no es un lugar de paso, hogar es un lugar para quedarse por la eternidad y eso quiero que sea Jesús para mí, ¡mi eternidad!

 
 
 

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